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sábado, 28 de septiembre de 2013

Agua, como te deseo (1)

Agua, como te deseo (1)
Mapa de América del Sur en 1870. A la izquierda se puede observar ampliada la zona de conflicto con los viejos y actuales límites nacionales
 
Análisis internacional


Por Santiago Mayor.

El reciente anuncio del Congreso peruano de garantizar una salida no soberana al mar para Bolivia reaviva la discusión sobre el derecho del país andino a tener un puerto propio. En esta primera parte, los hechos históricos que dieron origen al conflicto territorial más importante de Sudamérica.
Hace algunas semanas la comisión de Relaciones Exteriores del Congreso peruano dio el visto bueno al Convenio Marítimo con Bolivia, llamado “Boliviamar”, que propone una salida al Océano Pacífico a través del puerto de Ilo, ubicado al sur del país en la provincia peruana del mismo nombre. De todas formas, este acuerdo no le otorga soberanía al país del altiplano sobre territorio peruano sino que garantiza una serie de facilidades legales y comerciales para que Bolivia pueda utilizar dicho puerto.

En caso de ser aprobado por el pleno del Congreso de Perú, este convenio permitiría a Bolivia: acceso permanente al Océano Pacífico y un punto de atraque en el Puerto de Ilo; una Zona Franca Industrial y Económica Especial (ZOFIE) que gozará de excepciones, un régimen especial en materia aduanera, tributaria y el régimen laboral y de seguridad social; una Zona Franca Turística (ZFT) donde las operaciones que se realicen estarán exoneradas de impuestos y el derecho de propiedad de las personas naturales y/o jurídicas inversionistas bolivianas que operen en la ZFT.
La novedad de la noticia, celebrada por el gobierno boliviano, sumada al litigio que tienen Chile y Bolivia en la Corte Internacional de Justicia de La Haya por el mismo tema, permiten repasar la historia de un conflicto que lleva más de un siglo.

Nuevos países, fronteras difusas

Las independencias de Chile (1817), Perú (1821) y Bolivia (1825) se llevaron a cabo tomando como base las fronteras del viejo orden colonial que, en muchos casos, eran difusas. Ni hablar si el punto de encuentro entre los tres países era el desierto de Atacama (actualmente norte de Chile), un lugar inhóspito.

Bolivia se estableció definitivamente como Estado con salida al mar sobre el Océano Pacífico en la zona que actualmente incluye la ciudad chilena de Antofagasta. Los límites bolivianos de entonces se tomaron en base al antiguo territorio colonial que administraba la Audiencia de Charcas a la cual le correspondían 560 km de costa.

En 1866, Bolivia y Chile firmaron un tratado comercial y limítrofe. Allí se plasmaba que la frontera entre ambos países estaba en el paralelo 24° sur. Sin embargo habilitaba una administración conjunta del desierto de Atacama entre los paralelos 23° y 25°.

En concreto el tratado establecía un reparto igualitario de las ganancias provenientes de la explotación del guano y minerales comprendidos en esa zona. Sin embargo, el descubrimiento de amplios yacimientos de salitre (que servía como reemplazo del guano -casi agotado- y era un elemento fundamental para la fabricación de la pólvora que se inventó ese mismo año) cambió el panorama.
Las compañías chilenas, impulsadas por capitales británicos, fueron las principales beneficiarias del tratado de 1866. Las modestas regalías que recibía el Estado boliviano no se comparaban con las enormes ganancias de las empresas que operaban en la región. En esta situación ventajosa, Chile envió una delegación a La Paz en 1872 con la intención de comprar el territorio, pero no tuvo éxito. Este fue un anticipo de las intenciones chilenas sobre el desierto de Atacama.

Los impuestos y una guerra que no fue por el Pacífico

Las intenciones chilenas sobre el litoral boliviano (y también el sur de Perú donde operaban sus empresas mineras) llevaron a Bolivia a firmar, en 1873, un pacto secreto con Lima. El mismo era de carácter defensivo e intentó incluir a la Argentina sin éxito. Buenos Aires dudó en formar parte del pacto debido a la disputa que tenía con Chile por la Patagonia, sin embargo también mantenía diferencias limítrofes con Bolivia, por la región de Tarija, y con Brasil (aliado de Chile), por Misiones. El equilibrio geopolítico hizo que los funcionarios argentinos desistieran.

A fines de ese mismo año Bolivia firmó un acuerdo comercial con la Compañía Anónima de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta (de capitales chilenos y británicos) para la explotación de los recursos de la zona. Y en 1874, Bolivia y Chile firmaron un nuevo tratado limítrofe que reafirmaba las fronteras de 1866 pero mejorando las condiciones para las compañías chilenas: durante 25 años “las personas, industrias y capitales chilenos” gozarían de un congelamiento de los aranceles e impuestos de cualquier tipo. Este sería uno de los principales puntos de conflicto.

Según la ley boliviana de aquel entonces los acuerdos sobre recursos naturales debían ser aprobados por el Congreso para entrar en vigencia. Esto no sucedió hasta el año 1878 cuando el deterioro de la situación económica llevó al parlamento de Bolivia a aprobar el acuerdo comercial de 1873 pero a condición de un aumento de los impuestos (violando parte del tratado de 1874, que no estaba ratificado).

Luego de algunos meses de negociación infructuosa, el gobierno boliviano decidió cobrar el impuesto de manera retroactiva a 1874. El gobierno chileno, apoyado por los inversionistas británicos, respondió enviando a su Marina de Guerra a bloquear y luego ocupar el puerto boliviano de Antofagasta que fue tomado el 14 de febrero de 1879. Chile había dado comienzo a la “Guerra del Pacífico”.

Cuatro años después y 180 mil kilómetros cuadrados más grande, Chile logró imponerse sobre Perú y Bolivia. El país de los Incas perdió el desierto de Tarapacá con todos sus yacimientos minerales, Bolivia se quedó sin Atacama, sin los puertos de Antofagasta y Cobija y, por lo tanto, sin salida al mar.

El gran ganador fue el empresario inglés John Thomas North. Principal accionista de la compañía de salitre más grande, North compró a muy bajo precio (al estallar el conflicto) bonos que el Estado peruano había entregado a los propietarios de los yacimientos mineros. Finalizada la guerra el Estado chileno reconoció los bonos como legítimos.

En 1884 Bolivia y Chile firmaron un armisticio (pero no la paz) y finalmente en 1904 se firmó el llamado “Tratado de Paz y Amistad” donde se cedía el litoral boliviano al país trasandino. A pesar de que la historiografía chilena sostiene que Bolivia firmó libremente ese tratado y por lo tanto no debería ponerse en discusión la propiedad actual del territorio, hay que tener en cuenta que en los 20 años que duraron las negociaciones (1884 – 1904) las fuerzas armadas chilenas se encontraban apostadas en Antofagasta y el desierto de Atacama. La ocupación militar de un territorio en litigio es claramente un elemento de coacción y presión.

Por eso más de un siglo después el debate sobre la salida al mar para Bolivia está aún vigente y se plantea como un punto central para el proceso de integración latinoamericana en nuestro continente.
Fuente : Marcha

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Coordinadora Sindical Clasista - Partido Obrero

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