La lista de los indagados esta semana por el juez Ariel Lijo da idea de
la magnitud política del caso Ciccone, de las consecuencias que puede
tener para el gobierno y, al mismo tiempo, de la costosa necesidad
presidencial de sostener a Amado Boudou.
Además del vicepresidente, fue indagado José María Núñez Carmona. Socio
de Boudou en varios negocios y negociados, fue el interlocutor habitual
en las negociaciones —o en los aprietes— con los Ciccone para quedarse
con la compañía. En 2010, el oscuro fondo de inversión The Old Fund
desembarcó en Ciccone Calcográfica, a punto entonces de ser contratada
por la Casa de Moneda para imprimir los billetes de 100 pesos. El
testimonio de Nicolás Ciccone describe cómo y de qué manera Núñez
Carmona hizo todo lo necesario para que The Old Fund se quedara con la
máquina de fabricar plata (la Casa de Moneda, conviene recordar, depende
del Ministerio de Economía, a cuyo frente estaba entonces Boudou; por
lo tanto, nada de lo que ocurrió pudo ser desconocido por el ministro,
es decir por el Poder Ejecutivo).
Alejandro Vandenbroele, otro indagado, es un monotributista del último
escalón. Sin embargo, era el presidente de The Old Fund. La Justicia de
cinco países lo busca por maniobras de lavado de dinero y otros delitos
financieros. Boudou dice no conocerlo, pero Vandenbroele vivía en un
departamento del vicepresidente, en Puerto Madero, donde pagaba expensas
y servicios. Según la mujer de Vandenbroele, su marido era el
testaferro de Boudou.
Lijo indagó a también a Rafael Resnick Brenner, jefe del gabinete de
asesores de la Afip cuando Ricardo Echegaray, titular del ente
recaudador, aceptó a pedido del vicepresidente un plan de pagos
excepcional para que Ciccone cancelara sus millonarias deudas con el
fisco. Luego, intervendría en el rescate de Ciccone, cuando aún la
manejaba The Old Fund, otro ministro de Economía: Hernán Lorenzino,
quien, en 2011, estuvo en reuniones con Núñez Carmona y los Ciccone.
Por último, fue indagado Guillermo Reinwick, yerno de Nicolás Ciccone y nexo entre los dueños de la imprenta y Amado Boudou.
Como se ve, empieza a configurarse una asociación ilícita que toca los niveles más altos del poder político.
El grupo Clarín
Cuando Boudou acusa al grupo Clarín de someterlo a un “linchamiento
mediático”, asume el riesgo de escupir su propio asado o, tal vez, lanza
contra sus compinches en el gobierno una amenaza velada, en código,
como para que solo la entiendan quienes él quiere.
El intento mafioso del gobierno por quedarse con Ciccone es anterior a
Boudou. Lo comenzó Néstor Kirchner en sociedad, precisamente, con
Clarín. Eran los tiempos en que Héctor Magnetto comía no menos de dos
veces por semana en Olivos, y “él” lo llamaba todas las tardes para
discutir la tapa del diario del día siguiente. Hasta 2007 o 2008, Néstor
Kirchner se proponía echarle el zarpazo a la impresora de billetes en
sociedad con Ernesto Gutiérrez, de Fibertel (grupo Clarín) y con David
Martínez, accionista del gupo de Magnetto/Noble.
Luego, cuando el “triple play” (provisión simultánea de internet, cable
y telefonía fija), junto con otros negociados, produjo una lucha mortal
entre grandes pulpos y Magnetto quedó por eso enfrentado con el
gobierno, NK le encargó a Boudou, su ministro de Economía, continuar las
operaciones para vaciar primero, y tomar por asalto después, a Ciccone
Calcográfica.
He ahí la negra historia que se sentará en el banquillo cuando Lijo decida el procesamiento de Boudou y compañía.
A. Guerrero
No hay comentarios:
Publicar un comentario